Infiltrado

jueves, 31 de marzo de 2011

Creo que se me ha colado un impostor...

Mini Hulka parte III

lunes, 28 de marzo de 2011

El tercer episodio de rabia campera desatada ocurrió pocos meses después del segundo, una vez trasladados a un nuevo hogar, bueno, casa, por qué la que teníamos al lado de mi abuela no era suficientemente buena, al parecer, para el afán de aparentar de mi progenitor, así que quedando desocupada una aparatosa morada en la otra punta del pueblo, nos tocó mudarnos de nuevo.
Además mi colegio había cambiado a su vez de ubicación.
Yo estaba entusiasmada, a punto de batir un récord de cosas desestabilizantes a mi alrededor.

La super casa a la que nos habíamos mudado era un edificio de dos plantas, en el piso de abajo estaba la dueña de nuestra casa, la típica vecina cotilla y bocazas que todo pueblo que se digne ha de tener, además era la madre de una de mis compañeras de clase, una niña que no es que oliera el pegamento imedio como hacíamos todos los críos, no, ella se lo comía, con eso ya dejo claro desde ahora que la niña en cuestión no era el mejor ejemplo de estabilidad infantil, la pobre estaba fatal.
El caso es que entre que yo era una mini olla a presión a punto de hacer pum, que nuestra casera estaba todo el día husmeando en nuestra vida para luego contárselo a todo el pueblo y que mi padre estaba preparando su truco final de escapismo, la situación en mi casa era cuanto mínimo, tensa.

A mi progenitor no lo tragaba nadie en el pueblo, cosa muy entendible si tenemos en cuenta que era un crack en eso de tocar los huevos a la gente día sí y día también, hábito que cultivaba con mucha precisión y ahínco.
Nuestra casera no era una excepción y lo tenía cruzado, lo mismo que mi padre la tenía cruzada a ella.
Así que la casera ponía a mi padre de vuelta y media delante de la retoña inestable, no, yo no, la otra, la del pegamento, y ya se sabe cómo son los niños, que sueltan todo lo que oyen, normalemnte en el lugar y momento menos oportuno, así que estábamos un día jugando ella y yo en mi super terraza cuando la niña soltó algo del estilo, dice mi madre que tu padre es un (ponga aquí usted el insulto que prefiera) y siguió jugando como si nada.
En ese justo momento pasaron varias cosas, que yo estaba a punto de hacer pum por que era una niña reservada hasta la médula que no decía ni mu a pesar de por lo que estaba pasando, que la niña de las narices me era muy antipática, que yo quería a mi padre más que nada en el mundo y básicamente, que estaba más que harta de aquel pueblo infernal, así que ese chip que tenemos todos en la cabeza y que a veces se cruza, no se cruzó, no, se carbonizó y me levanté, fuí al cuartito de las escobas, agarré la escoba y sin previo aviso le di a la niña repelente en toda la cara con la escoba, con la parte que barre se entiende.

La que se lió después fue chica, la niña aullando, mi madre que se asoma, la niña que se va a su casa corriendo escaleras abajo medio ciega y como si la persiguiera el mismísimo diablo, la madre de ella que la ve llegar medio ciega, la madre que monta en cólera y sube agarrando a la niña del brazo, la niña que no quiere volver a pisar la casa en la que habita el MiniAnticristo, o sea yo, la madre que tira de la niña hasta que la mete en mi casa otra vez, la madre que empieza a cagarse en los difuntos de los presentes, mi madre que trata de tranquilizarla, mi padre que sale y cuando se entera de que casi dejo ciega a la niña en vez de tratar de conciliar empieza a defenderme a capa y espada atacando a la niña agredida, la madre que está a punto de que le de una apoplejía, mi padre que cada vez cabrea más a la madre de la niña, el padre de la niña que oye los gritos y sube por que piensa que mi padre y su mujer se están matando...

Ni que decir que después de eso éramos la familia más popular del pueblo.
Mi madre se quedó preocupada por si primogénita era una psicópata en potencia que disfrutaba dejando ciegos a los otros niños y trató por todos los medios averiguar qué me había pasado por la cabeza para hacer aquello, mi padre por otra parte dijo que era normal que le hubiese arreado a la niña, que seguro que había hecho algo para provocarme de aquella manera puesto que yo era una niña muy tranquila.
Eso lo decía un adulto que un día cerró una puerta cuando la niña repelente aún tenía los dedos agarrados al quicio de una puerta y aún y así, va y la cierra, así que yo creo que sólo le hubiese parecido mal si depués de darle con la escoba le hubiese vaciado los ojos con una cucharilla, y aún y eso, no lo tengo claro.

Años depués quedó patente que no, que no era una psicópata, comprobado que ya no había agredido a ningún niño más, mi madre se tranquilizó y asumió que lo mío había sido cosas de niños que pasan por una mala época.
Bueno, un día lancé una bicicleta contra un mueble con un pedazo de espejo, pero como era un mueble y no una persona mi madre no me lo tuvo en cuenta.

Paseo antiguo

jueves, 24 de marzo de 2011



















Salvar vidas está sobrevalorado Parte I

lunes, 21 de marzo de 2011

Esto de salvar una vida es muy, no sé, romántico, grandilocuente, espectacular.
Tú creces pensando en que algún día, a lo mejor, podrás salvarle la vida a alguien y entonces serás la persona más guay del planeta, y a lo mejor la persona a la que le salves la vida te deberá gratitud eterna, o que sé yo.
Pero desengañaros amiguitos, lo de slavar vidas está bien, pero no es muy lucido que digamos, os lo digo por experiencia propia, creedme.

Cuando tenía 11 años, mi hermano tenía 7 y no sabía nadar.
Mi madre por aquel entonces estaba super enamorada del hippi de la comuna de la tortilla de los hipócritas, que ahora vivía en medio de la montaña con la escalofriante cantidad de dos vecinos más como única compañía.
Bueno, y las vacas, y las cabras, y las gallinas y los huertos.

Justo al lado del huerto que el novio hippi tenía, había una balsa no muy grande, de unos dos metros de profundidad, que cuando teníamos el valor suficiente, utilizábamos de piscina, más que nada por qué,
1-Recibía el agua de la montaña y tal como iba entrando iba saliendo por un desague, con lo que la temperatura media del agua era de unos -50º bajo cero y yo friolera he sido toda mi vida.
2-Estaba llena de serpientes acuáticas y nos pasaban entre las piernas cuando nos bañábamos, una experiencia que contribuyó en gran medida al pánico que me dan esos bichos.

Andábamos una calurosa tarde de verano haciéndo el zángano mi hermano y yo alrededor de la balsa, cuando él perdió pié y cayó cual saco de patatas, dentro de la balsa.
Como os he dicho, mi hermano no sabía nadar, con lo que empezó a tragar agua más o menos en el mismo instante en que cayó, mientras trataba frenéticamente de mantenerse a flote.
Lo primero que pensé fue que ni de coña me metía yo dentro del agua, que estaba haciendo la digestión y con que se ahogase uno de los dos era suficiente.
Luego reflexioné y me dije que lo de los cortes de digestión no podía ser tan grave y que total, estaba cerca, que seguro lo enganchaba antes de que a mi me diese un siroco o algo.
Después ya no pensé, sólo lo miraba y por algún motivo recuerdo oir perfectamente cada trago de agua que engullía con un glob, glob, glob, monótono y mecánico.

Tiempo después, me enteraría que estaba en estado de shock y que por eso estaba allí mirando, sintiendo que el tiempo se había detenido y fijándome en cosas extrañas como el hecho de que tragase agua cual aspirador marino.
Llegó ese punto en que te dices, mira mari, o entras al agua y lo sacas o el nene palma, así que me dije, allá voy hermano y me metí, diría que de cabeza pero no, me metí de pies, de hecho bajé primero un escalón y luego otro concretamente y cuando comprobé que desde el escalón no llegaba nadé hasta llegar a su encuentro, me lo llevé a rastras como pude por que el jodío se revolvía como un poseso y lo saqué de la balsa como pude.
En estas que oí a mi madre cerca y empecé a llamarla, llegó enseguida acompañada de el novio hippi y nada más ver a mi hermano empapado empezaron a gritar y a hacer aspavientos del estilo padre aterrorizado y cagado hasta la médula.
Yo pensé que no había para menos, y les expliqué lo ocurrido, que se cayó y casi se ahoga pero que yo, o sea YO, lo había sacado del agua heroicamente, muy probablemente habiendo corrido peligro mortal de muerte por corte de digestión por agua helada y serpientes acuáticas.
Entonces mi madre se puso de los putos nervios y a poco le da algo, ella y el novio hippi se llevaron a mi hermano en volandas y tras comprobar que estaba bien lo metiron en la cama hasta el día siguiente.
La heroina del cuento se quedó junto a la balsa esperando que le dieran al menos las gracias, pero con los nervios se olvidaron hasta de mi existencia.

Yo me dije, mira, no pasa nada, cuando se les pase el susto vendrán y me darán las gracias, me adorarán, me harán la pelota para siempre jamás y me premiarán con toneladas de golosinas.
Lo que pasó en realidad es que como las bambas se me mojaron completamente estuvieron tendidas tres días al menos, que parecía que un duende cabrón llegaba por la noche y se entretenía en inundarlas de nuevo, sino no se expluica como en pleno verano unas bambas pueden tardar tanto en secarse y como no tenía otras, tuve que ir esos tres días en chanclas, una fastidio vamos, por que no estaba acostumbrada y no podía hacer el ganso con ellas sin espiñarme.
Y de las gracias ni rastro, oiga.
Así que me dije; esto de salvar vidas es una mierda y yo no repito.

Arte moderno

jueves, 17 de marzo de 2011

Refugio 307

lunes, 14 de marzo de 2011

Quiero decir públicamente que soy lo puto peor, ea, ya está dicho.
Y bueno, os preguntaréis por qué, vamos, eso espero, por qué sino es que hasta vía blog destilo genio y figura de la que uno deduce que el otro, que soy yo, es lo puto peor y llevo un par de años con este blog y por ahora pensaba que eso lo disimulaba bien.

Pero vamos, al grano, que hace un año, 1 AÑO, que fui al refugio 307 y aún no había subido las fotos del demonio.
Que sí, que me acuerdo que debo la tercera parte de Tutankamon y aún no la he acabado.

Vale, ya está, ahora a lo que importa, el año pasado fuimos al Refugio 307, un lugar muy recomendable para visitar y hacer de turista histórico en tu propia ciudad.
Ubicado en la calle Nou de la Rambla 169, en el preciosisísimo barrio del Poble Sec,más conocido por que allí nació Serrat, aunque es mucho más importante por que allí nació mi madre.
Éste es uno de los refugios que se pueden visitar hoy en día en Barcelona, aunque el más conocido es el de Gracia, aunque yo no lo he visitado y no puedo opinar.

La visita cuesta 3€, si tienes el carnet de la biblioteca te hacen descuento, nada más llegar hay unos paneles informativos con fotos, hay que mirar el  horario, pero creo que la frecuencia es de una hora, por qué la visita y recorrido, es más o menos lo que dura.De entrada, se explica la situación específica de Barcelona durante los bombardeos de la Guerra Civil mediante los paneles y las fotografías, se resume la situación del resto de España y se habla de la construcción de los refugios, de quién los diseñó, cómo se construyeron, cuánto se utilizaron, etc.Y una vez estamos metidos en situación empieza la visita, hay que ponerse un casco como el de las obras, nada más entrar en los primeros metros del refugio oímos la sirena que se oía como aviso de bombardeo.
Ya estamos dentro y avanzamos despacio.
Durante la visita se nos explican detalles de como se pasaban las largas horas dentro del refugio, qué pasaba si éste no soportaba el bombardeo, como algunas secciones del mismo se venían abajo, en qué salas se intervenía de emergencia a los heridos y cómo los niños, ajenos aún al horror se dedicaban a espiar sin saber muy bien qué estaban presenciando.

Creo que es una visita interesante, con el dinero de la entrada se mantienen las instalaciones y a cambio penetramos en una parte de nuestra historia reciente, explicada de manera muy clara y educativa.

Es una experiencia recorrer los metros subterráneos que recorrieron nuestros abuelos e incluso padres en las horas más tristes de nuestra nación.
Poner las manos en esos muros y tratar de captar los pensamientos, seguramente lúgubres, de los que se veían recluídos a la fuerza entre aquellas paredes, sentados en los bancos fijados en las paredes.
Id y recorred en silencio los túneles y meditad por qué es tan importante educar a la gente en la democracia, la tolerancia y la diversidad.
No creo que ninguno de nosotros quiera pasar ni un minuto encerrado allí mientras suenan las sirenas y las bombas asolan nuestras ciudades.
Bombas que lanzaban nuestros propios hermanos, vecinos, y compatriotas.

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