Pobres a 1€

viernes, 29 de enero de 2010

Mi medio pomelo tiene algunas habilidades poco comunes, como caer bien a todo el mundo o que le devuelvan mal el cambio a su favor.

Y además, para compensar, digo yo, tiene algunas deshabilidades, como que nunca hay lo que él pide en restaurantes y bares o que los pobres a los que le da limosna se le amotinen e incluso le menten la madre.
Cada uno tienen sus cosas, ¿no? y él tiene estas.

El caso es que este verano, estando de vacaciones, un pobre muy educado y aseado, se acercó a mi chico mientras yo estaba a unos metros mirando un escaparate de embutidos propios del lugar, en la lejanía ya intuí que con su suerte habitual en estos temas, algo iba a pasar, pero quedaba francamente mal acercarse corriendo cual cotilla consumada, así que terminé con mi paseo al escaparate y los perdí de vista.
Al regresar a su lado, mi chico tenía esa expresión de dignidad ultrajada que pone cuando se considera tratado injustamente, así que no me costó imaginar que la habían tenido, él y el pobre.
Le pegunté si le pasaba algo y él me dijo que no.
Pasaron unos minutos y le dije en tono guasón:
-Te he visto con el pobre y tienes esa cara, así que desembucha.
Al principio se resistió, consciente de que iba a estar cachondeándome del tema durante varios días, no se equivocaba, pero al final, ante la falta total de otra posibilidad me contó lo sucedido.
Y el caso es que el pobre limpio y aseado, se acercó a mi medio pomelo y le dijo:
-Disculpe, señor, ¿podría darme algo para comprarme un bocadillo?
Mi medio pomelo, impresionado ante los modales del pobre, buscó su cartera y la abrió, apenas llevaba monedas pero vió que había una de 50 céntimos y poco más y se la dió.
El pobre miró la mano extendida con la moneda de 50 céntimos y miró al medio pomelo y repitió la operación con cara de asombro y le dijo,
-¿Sólo esto?, ¿no me puede dar al menos un euro que es lo que vale un bocadillo?
Y aquí el pobre que tan bien encaminado iba, la cagó, por que a mi chico le pasó cual película ante sus ojos, todos los incidentes acontecidos con pobres de todas clases y tuvo uno de esos arrebatos que le dan de dignidad ultrajada y raudo y veloz se apresuró a coger la moneda de la mano del pobre, que a la vista de la expresión facial de mi chico ya se apresuraba a cerrar para proteger su raquítica moneda, pero no pudo ser, mi medio pomelo indignado tiene unos reflejos de lince y ya con la moneda en su mano, le dijo,
-Pues si no te parece suficiente ya te puedes ir.
A lo que el pobre contestó en un murmuro,
-Disculpe si le he molestado- y se fue.

Ni que decir, que estuve un buen rato riéndome cual loca poseída, y no del pobre, no, sino de mi cándido y al parecer tacaño, medio pomelo, de su cara de indignación, de su ego malherido y de su cabreo en general, pero pasadas las risas, al final él acabó riendo un rato también y terminamos preguntándonos si realmente 50 céntimos son poco.
Evidentemente, no es una fortuna, pero 50 céntimos, que equivale a 83.19 pesetas no es tan poco dinero.
Un euro, que es lo que demandaba el pobre, son 166.39 pesetas.
El caso es saber si al dar limosna estamos obligados a dar un mínimo de X euros, que se considere aceptable, o si podemos dar lo que tengamos suelto en ese momento o si podemos dar lo que nos de la gana o nos apetezca.
¿Acaso existe un importe mínimo para dar limosnas?
Aunque suene jodido, cuando alguien que supuestamente no tiene nada y se acerca a ti para pedir dinero, ojo, no un bocadillo, sino dinero, se supone que el donador, guiado por su buena voluntad y si tiene medios, dará esta limosna.
Que hay pobres en el mundo, es cierto, pero uno de los motivos más usuales para no dar ni un céntimo es el pensar que nos están tomando el pelo, que nos están timando de alguna manera y ante una duda que no podemos comprobar de ningún modo, no se da nada.

Y en realidad, yo sigo preguntándome, ¿cuando no se tiene nada y se vive en la calle, tan poco son 50 céntimos?

Je t'aime... moi non plus

miércoles, 27 de enero de 2010

Hay recuerdos que ponen los pelos de punta y hay recuerdos, que encima, tienen banda sonora, lo que ocasiona que cada vez que oigas esa canción, se te pongan los pelos de punta en estéreo.

Yo siento esa estremecedora sensación al oir Je t'aime... moi non plus.

Y todo se remonta a una velada vivida a mis 18 añitos, entonces estaba yo metida de pleno en la caótica vida de mi mejor amiga, unida sentimentalmente a una persona de muy distinta edad a la suya muy fan de esta canción.

No pasa nada, todo el mundo tiene derecho a sus gustos musicales, como no, más, si son estandarte de su propia generación y creen que si se la pones a una chica cae rendida a tus pies.

Cuando te ves metido de pleno en la vida de otro y estás allí tratando de que sus problemas no les desborden, esas personas, normalmente tratan de agradecértelo.
Así que llegando el aniversario de mi medio pomelo y yo misma, la pareja de mi amiga nos ofreció su nidito de amor para que pudiésemos dormir juntos, amén de todo lo que se supone que se hace entre medio del acostarse y del levantarse.

Como ese año teníamos claro que poca celebración íbamos a tener, aceptamos el cambio de cama más que nada, ya que yo ya llevaba algunos días durmiendo allí.

Llegó la noche, nos permitimos un respiro y salimos a cenar, luego fuimos a tomar algo y finalmente acabamos en el nidito de amor ajeno, que estaba estrategicamente desierto a nuestra llegada.

Lo único malo del nidito de amor ajeno era que la habitación tenía, en vez de cuatro, tres paredes, o sea, que un lateral en vez de pared tenía un arco que daba a un espacio que comunicaba con el comedor, la habitación en si tenía intimidad si nadie decidía asomar la cabeza y yo, que:
1.Soy poco celosa de mi intimidad
2.Me emparanoio enseguida
pasé una noche no demasiado cómoda, la verdad.

Amaneció y nos dió todo el sol en la cara por que no había cortinas y de repente empezó a sonar la dichosa canción.
He de reconocer que me quedé estupefacta, pero del todo.
Mi medio pomelo y yo nos miramos sin saber qué estaba pasando y esperamos a ver que venía después.
Cuando la canción terminaba se oyó una voz que decía,
-¿Se puede pasar?
Era el compañero de mi amiga.
Le dimos permiso para pasar y entró con una bandeja donde llevaba zumo de naranja, café y cruasanes calentitos.
Nos dio los buenos días, nos preguntó si habíamos dormido bien, nos dejó el desayuno y salió raudo y veloz.

Una vez levantados nos explicó el por qué de la canción, que por descontado él consideraba el colmo del romanticismo y nos explicó la historia de la canción y lo mucho que triunfó en su época.
A mi, que no me gustan ni las canciones románticas, ni la música francesa en general, y encima esta canción ya me gustaba poco, quedó en mi memoria emocional automáticamente unida a un momento bastante duro de mi existencia y a una sensación de incomodidad general que ya nunca me he podido sacar de encima.

Eso sí, cada vez que oímos la canción mi medio pomelo y yo, nos entra la risa tonta.

Avatar

lunes, 25 de enero de 2010

He ido a ver Avatar.
Habitualmente yo soy la difícil de contentar en cuestión de cine, aunque a veces e incomprensiblemente me apasionan películas que sé que distan mucho de ser buenas, como yo considero buena una película.

Y me gustó aun siendo consciente que el argumento es igual de complejo que el mecanismo de un botijo y que la trama es tan previsible que podría adjudicarme yo misma la autoría del guión.

Le decía a mi medio pomelo, que las películas con las que más sufro son las infantiles.
Si voy a ver una peli de guerra, o una peli sobre una historia muy dura, voy preparada emocionalmente.
Si voy a ver una peli infantil, no, por qué es infantil y se supone que está exenta de dolor.
Y si lo hay me pilla con las defensas bajadas y me hace sufrir y llorar el triple que la película más dura del mundo.

Supongo que con Avatar pasó algo parecido, yo fui a ver una peli fantástica y la parte bélica, violenta e incomprensible, me pilló desprotegida.

Dice mi medio pomelo, si ya sabes que va a pasar,¿ como te puede afectar?
Y es difícil de explicar pero para mi el cine, o un libro, tiene la capacidad de trasladarme a una dimensión donde está pasando de verdad lo que me enseñan, si lo veo y lo siento, entonces existe y cuando establezco esta conexión emocional, ya no es la película que estoy viendo de manera unidimensional lo que está sucediendo, lo que veo se une a mis emociones, a mis vivencias, a mis recuerdos y si veo una escena de aniquilación, ya no es sólo esa escena de aniquilación la que veo, la que siento, son todas las que vi antes, todas las que sentí antes, no es una guerra, son cientos de ellas.

Por que el cine no es solo lo que estoy viendo, es también todo lo que soy en relación a lo que estoy viendo.

Avatar no tiene un gran argumento, pero es de una belleza y perfección estética que quita el aliento, tanto que en alguna escena se me llegó a escapar algún gemido ahogado de impresión, por que la belleza también puede ser difícil de digerir si es demasiada.

Y debe ser por el momento en el que me encuentro, en un momento de una fe tan frágil en el ser humano que bordeo el abismo de la decepción absoluta y las historias de codicia, de aniquilación, de guerra, me superan.

Avatar explica una historia arquetipica dentro de nuestra historia; un pueblo de otro color tiene algo muy valioso que el hombre blanco quiere y para conseguirlo se destruirá el entorno natural y extraordinario en el que viven y hasta se les destruirá a ellos si es necesario.
Es una historia básica donde los buenos lo serán hasta que decidan responder con violencia y los malos lo serán hasta que se les hable en su mismo idioma, la violencia.

No es un gran guión, pero de repente me resultó insoportable ver una vez más como el dinero es nuestro Dios.

Pandora no existe, pero no hace falta irse tan lejos, en nuestro planeta Tierra se sigue arrasando cualquier zona que sea susceptible de aportar dinero al primer mundo, da lo mismo el coste ecológico que tenga.
En nuestro planeta, los países pobres están en guerra a favor o en contra de intereses creados por el pirmer mundo, todo, por un puñado de monedas.
En nuestro mundo, la vida sigue teniendo el menor valor posible.

Así que no, Pandora no existe, por qué Pandora somos nosotros.
Y en Pandora, ganan los buenos, al menos de momento, pero aquí..., aquí perdemos todos.



*Más allá de mi crisis de fe en la humanidad, es una película que recomiendo encarecidamente, aunque sólo sea por el precioso envoltorio que tiene.
Yo la vi en 3D, y eso que para mi el 3D es un sacrificio, no me sienta bien, pero ha sido la cosa más alucinante que he visto en años.
Después de verla, os prometo que querréis ir a vivir a Pandora.

Y la luz se apagó

viernes, 22 de enero de 2010

Como ya os conté, me instalé Linux con la esperanza de volverme una adepta de este sistema operativo tan conocido y cómo comenté posteriormente mi experiencia no estaba siendo demasiado buena.
Al final, entre una cosa y la otra, me he tirado dos meses largos con Ubuntu, en los cuales he tenido todos los problemas imaginables y por imaginar, como por ejemplo la imposibilidad de instalar programas nuevos que no estuviesen por defecto en Linux, la imposibilidad de grabar cds o dvds, por que el grabador fallaba al final de la grabación, la imposibilidad de escuchar música por qué no funcionaba el audio, pero sólo con el reproductor de música de Linux, en internet se oía y las pelis se oían y el funcionamiento deficiente del programa que descarga archivos bittorrent.
Y todos esos problemas hubiesen sido llevaderos de poder instalar programas alternativos, pero como eso era imposible, pues nada, un pc que no sirve más que para navegar por internet.

Tras esta experiencia me pregunto varias cosas como, si Linux es tan bueno, si es normal que falle tan masivamente, si ha de ser tan complicado reparar algo en este sistema y si uno a pesar de estar trabajando con algo que tiene muy buena fama tiene que tirarse dos meses peleándose días sí y día también con un aparato que se supone tiene que hacerte la vida más fácil.
Yo creo que no.
Linux será genial, pero no lo es para todos.
Así que finalmente la decisión, agotada mi energía informática, ha sido volver al redil.
Hacerlo me ha costado un par de semanas, en las que me ha pasado de todo, disco duro dañado, sitema operativo de Windows que se niega a instalarse, drivers de la placa base que no aparecen...
Lo bueno es que soy muy cabezona, y al fin lo he conseguido.
Y al final, cuando paso por delante del pc no puedo menos que pensar que es irónico que haya sido su competidor directo, Linux, el que haya conseguido lo que no había conseguido Windows en todos estos años como usuaria; que lo tenga en cierta estima.

They Came from Outer Space

miércoles, 20 de enero de 2010

Vinieron del espacio exterior y ahora quieren invadir tus solapas.

¡Cuidado!

De izquierda a derecha, Baby Droid de Vaya tela!, Monstruito de Dekapi y Tv Toy de Vaya tela!.


*Sí, Monstruito se siente un poco marciano entre esos dos.

Correos responde

lunes, 18 de enero de 2010

Me decía mi amiga Daisy hablando de los cabreos que me pillo con Correos, que por su página web existe la posibilidad de hacerles reclamaciones, aunque no contestaban.

El caso es que la única vez que he formulado una queja contra ellos fue hace algún tiempo, por qué los sábados que repartían correo lo pasaban sistemáticamente por debajo de la puerta de la escalera y las cartas quedaban hechas puré, nos cansamos e hicimos una queja.

Lo que pasó es que en un par de semanas se presentó un empleado de correos en casa, cosa que nos dejó estupefactos, para saber que había pasado y se lo contamos.
Nos explicó que los sábados repartían suplentes así que la queja no podía ir dirigida al cartero habitual y prometió que tomarían medidas.

Y es cierto, nunca más nos pasaron las cartas por debajo de la puerta.
El sábado siguiente el cartero nos dejó un papel pegado en los buzones que decía que ante la imposibilidad de depositar el correo en los buzones pasáramos a recogerlo por la oficina de correos de nuestra zona.
Así estuvimos un mes, hasta que se le pasó el cabreo y volvió a dejar las cartas en el buzón o fue sustituído.
Ni que decir que fue una represalia, por qué ese sábado nadie llamó al timbre y estuvimos toda la mañana en casa.
Así que visto lo visto y valorando en muy poco las soluciones de correos, he tardado un poco en volver a poner una queja-queja.
Y es que hace un mes, me personé en correos a las 5.30 de la tarde para mandar 5 paquetes a distintos puntos de la península y tuve que esperar alrededor de una hora para que me atendieran.
Entretanto, uno de los funcionarios tuvo una bronca con una usuaria, por qué según él le estaba entreteniendo y había mucha cola, la usuaria, que estaba realizando su gestión pues había llegado su turno, estalló y la tuvieron.

El mismo funcionario, con la misma cola y la misma supuesta prisa, estuvo unos diez minutos de cháchara con otra usuaria que debió caerle en gracia y aquí no ha pasado nada.
Así que me fui a la página de correos y formulé una reclamación por el tiempo de espera y por el hecho de que encima que tienes que esperar si te quejas la persona que te atiende lejos de disculparse se te pone chula.

Y he de decirte Daisy, que correos responde.
En un par de semanas me mandaron una carta (curioso si tenemos en cuenta que la reclamación se hace por mail) donde me explicaban lo que ya sé, que el personal de cada oficina de correos depende del volumen de trabajo que tienen y que por ello hay momentos en los que hay mucho trabajo y poco empleado.

Lo que querían decir es, esta oficina es pequeña y para tres horas que hay colas no vamos a poner más personal que luego están el resto del día tocándose los huevos.
Por eso, es mejor que a partir de las 5 de la tarde estén ustedes esperando una hora para mandar un paquetito de nada.
O sea, que yo estoy a su servicio y no ellos al mío.
Eso sí, me prometían que en vista de las fechas en las que estábamos y ante mi queja, iban a proceder a restrecturar el volumen de personal de todas las oficinas en general.
Que traducido significa que van a contratar a unos cuantos suplentes que tardarán el triple de tiempo que tarda un empleado formado en hacer cualquier gestión, ya no te cuento lo que tardarán si han de encontrar un paquete recibido, con lo cual habrá una persona más, pero las mismas colas ya que en mi oficina no cabe más personal del que hay, ya que no existe lugar físico para ubicarlos.

Si la oficina es grande por qué es grande y hay mucho volumen de trabajo (y poco personal) y si la oficina es pequeña por que es pequeña (y no necesitan a más personal); el caso, es que correos es un cabreo asegurado en casi cada visita.

A veces me pregunto...(parte II)

viernes, 15 de enero de 2010

Nos habíamos quedado en la parte en que el instalador del aire argumentaba que habíamos tenido problemas de comunicación a la hora de decidir donde iban las máquinas del aire acondicionado.
El Sr. Instalador, consciente de que los problemas de comunicación no reubican las máquinas mal colocadas se ofreció para venir una mañana de la semana siguiente y ponerlas en su sitio.
Según la conversación que mantuvieron el miércoles por la tarde él y mi medio pomelo, el jueves o el viernes llamaría para pasar a buscar las llaves y la semana siguiente pasaría, previsiblemente el lunes, a deshacer el entuerto.
El jueves llegó y no llamó.
El viernes llegó y no llamó.
El lunes llegó y en vez de llamar para quedar, se presentó en casa para pedir las llaves; tuvo suerte y me encontró.
Le di las llaves y quedamos que el día siguiente, martes, si no llovía pasaría y arreglaría lo de las máquinas, si llovía no, por qué según él, entraría humedad en la pared.
No sé exactamente a que le llama él humedad, sinceramente.
El martes llegó y llovió y no vino.
Pero el miércoles llegó y también llovió, por lo que no esperaba ni mucho menos que hubiese venido, por eso de la humedad.
Llegué a mi casa, abrí la puerta y nada más hacerlo un aire cálido que me cae en el cogote a toda leche.
Si os soy sincera, lo primero que pensé fué:
-Guauuuu, mi chico me espera en pelota picada sentado en el sofá, y para no helarse ha puesto el aire caliente a toda castaña.
Pero no, de mi chico, ni rastro, así que al entrar en el comedor veo una nota del instalador donde dice que ya ha acabado y que deja el aire en marcha.
Mi primera pregunta fue ¿y para qué lo deja encendido? si lo que quiere es probarlo, ¿no le vale encenderlo diez minutos y ya está?
Voy entrando en las habitaciones y compruebo que están los tres aires a toda leche y los voy apagando sin entender nada. Por que si al menos llego y me encuentro la casa calentita, aunque haya estado el aire unas 5 horas a toda marcha sin nadie en casa para aprovecharlo, pues mira, me digo, esta tarde la paso en manga corta, pero es que ni eso.
Nuestro amigo el instalador ha dejado abierta la puerta de la habitación, puerta que está cerrada para evitar que los gatos entren y practiquen el
trepichin, deporte que consite en pisarte y dejarte llena de enganchones cualquier prenda de ropa que pillen, si es tuya mejor y si es delicada o valiosa ni te cuento, pero eso no es lo peor, lo peor es que antes de irme había dejado la ventana de la habitación abierta y el muy huevudo de las narices no ha tenido la decencia de cerrarla, así que más de cinco horas de aire caliente a toda mecha que se ha ido por la ventanita como si nada.

Respiré hondo y salí a la terraza para comprobar que al menos, las máquinas estuviesen dónde debían estar; y sí, lo estaban.
También estaba una de mis bandejas vacías para plantas en el quinto cuerno rota por varios sitios, la mesa que tenemos falcada, medio metro más para allá medio atravesada y con las falcas a tomar viento y una serie de botecitos de colirio de contenido desconocido esparcidos por la terraza.
La impresión general era que había salido a la terraza y se había liado a leches con todo lo que había pillado.
Y os preguntaréis y si llovía, y no veas como llovía, ¿no habrá entrado humedad?, pues parece que la humedad es intermitente y entra unos días sí y otros no cuando llueve.
Además, ¿a mi me va a hablar de humedad cuando tengo un boquete en el techo del comedor que da a la terraza por el que cabe una mano por el que entra el airecito fresquito del invierno?
Ja, me río yo de la humedad.

En fin, ahora andará por ahí, llenando de polvo casas ajenas y confundiendo derecha con izquierda; sed precavidos, la próxima casa puede ser la vuestra.

A veces me pregunto...(parte I)

miércoles, 13 de enero de 2010

...si la gente es idiota.

No sé si os he contado que como al fin he comprado el piso, he empezado a hacer obras cual posesa que quiere recuperar el tiempo perdido lo antes posible, así que a la semana de haberlo comprado nos liamos a hacer la instalación eléctrica del mismo, bueno, nosotros no, sino unos electricistas y he de reconocer que por primera vez en mi vida y tras una obra, no puedo quejarme sobre nada del par de electricistas que nos hicieron la instalación maravillosamente bien, rápido, aportando siempre soluciones y pensando en nuestra comodidad.
Y encima eran amables.

Pero cómo estamos hablando de idiotez no me estoy refiriendo a ellos, por descontado, sino a la fase dos de las obras, esto es, instalación de aire acondicionado/aire calentito.

Las obras las dirige una persona que es la que contrata en cada caso al operario adecuado, se consensúa todo con él y es a él a quien rinden cuentas.
Veamos, se planifica la instalación del aire para la semana X, pero finalmente no pueden hacerlo y pretenden empezar un sábado de una semana después para que no se note tanto. Se les dice que no, que empiecen el lunes de la siguiente que total ya no viene de un par de días.
Previamente al día que se inician las obras, se reúnen en mi casa instalador y persona al mando, hablan entre ellos y con los electricistas y acuerdan hacer una serie de agujeros para aprovechar ambos al máximo las rutas por dónde pasan cables de todo tipo.
Se pacta que los aparatos del aire, los que se ponen fuera, vayan a la derecha de la puerta con tal que no invadan el espacio donde va a ir el invernadero; todo claro, ¿no?

Finalmente empiezan un martes, nos aseguran que les va a llevar sólo un par de días hacerlo todo.
El lunes por la noche procedemos a tapar lo más delicado con algunos plásticos que sobraron de cuando hicieron la instalación los electricistas, pero no llega para taparlo todo y nosotros, ingenuos, pensamos que éstos iban a proceder como los otros, o sea, tapar todo el material sensible antes de liarse a hacer polvo con la radial como locos.
Primer error, creer que son ellos los que deben traer plástico y tapar algo, por qué no señor, ellos llegan y se ponen con la radial y no sólo no tapan nada sino que si debajo de donde se lían a cortar está el cesto con la ropa limpia para doblar ni lo apartan ni nada, hala.
Esa tarde cuando llegué a mi casa casi me da un síncope, la habitación llena de polvo, la cama, la ropa, todos los objetos de encima de los muebles, todo, enterrado en polvo.
Me cago en toda su parentela y limpiamos.
Para el día siguiente no hace falta tapar nada, por que ya han hecho las regatas y sólo queda sacar los tubos fuera y poner las máquinas en la pared de la terraza; aún así guardo todo y tapo todo lo que se pueda ensuciar y por si acaso quito el espejo de la pared, no sea que se lo lleven por delante con la radial con tal de no sacarlo.
Llega el día dos, supuestamente han acabado, nada mas llegar a mi casa salgo a ver donde han puesto las máquinas.
Pues de tres que había que poner a la derecha sólo hay una, las otras dos están bien metidas en la parte en la que irá el invernadero.
Monto en cólera y llamo a la persona que se encarga y le explico lo sucedido, me dice que ahora mismo llama al instalador a ver que ha pasado.
Pasado un rato el instalador llama a mi chico y le cuenta que ha habido un problema de comunicación, que él entendió a la derecha saliendo y no a la derecha una vez fuera y mirando la pared de cara.
Claro, es comprensible, el día que quedó con la persona que está al cargo de todo y salieron fuera y le dijo dónde iban, debió sufrir un ataque de dislexia, lo que justificaría que no diferencie izquierda de derecha.
Es más, el día en que salió con mi chico a la terraza y le señaló donde iban las máquinas debió sufrir una posesión y no era él el que le señalaba el lugar exacto dónde debían ir, sino una entidad malévola que tomó su cuerpo prestado un rato.
Eso explicaría por qué unos días sí sabía donde van y el día de la instalación no; se llama problemas de comunicación.
Pero aparte de este dato trascendental al ir al baño descubrí que habían hecho el agujero del desague sin quitar la báscula de debajo.
Lo gracioso del caso es que a poco más atraviesan la báscula para hacerlo y no tuvieron los santos cojones de apartarla para que no quedase enterrada en polvo, o visto desde su perspectiva, para que no les molestase.


¿Y cómo creéis que acabó la cosa?
¿Dejamos las máquinas dónde no tocaba?, ¿sufrí un ataque de ira y me convertí en Hulka y le arranqué la cabeza a alguien?, ¿quitamos las máquinas de la pared a pedradas?
Lo sabréis el próximo día.

¡Chulo!

lunes, 11 de enero de 2010

El otro día, estuve hablando del colegio y de como una experiencia que parecía que iba a ser terrible se convirtió en una oportunidad para reparar el dolor del pasado.
Aunque no me gusta rememorar momentos de mi dificultosa infancia y adolescencia, a veces me sorprendo recordando con extraordinaria lucidez, cosas de aquella época.
La entrada del colegio me hizo pensar en mi relación con el profesorado que fui encontrando a lo largo de mi vida académica, que creo yo, marca una diferencia notable con mi relación en general con la autoridad.

Me acordé especialmente de un profesor que tuvimos, que recibió a mi curso que empezaba el Bup aquel día, con una serie de improperios y adjetivos que en nada nos predispusieron a mostrarnos de otro modo que no fuese arrogantes y revoltosos.
Para mayor desgracia, aquel sería el director del instituto hasta finalizar el año escolar, así que no iba a ser una relación fácil.
Tenía fama de chulo y autoritario, daba clases mascando chicle y dedicaba miradas despreciativas al osado alumno que no preguntase algo suficientemente inteligente y si le pedías que revisase tu exámen, te dejaba caer que como encontrase algo mal, te bajaba la nota.
En fin, un genio de la pedagogía.
Lo sufrí durante dos años en el diurno y cuando pasé al nocturno, descubrí con horror, que lo iba a seguir sufriendo.
Sin embargo, el profe chulo, pagado de sí mismo no era el mismo en nocturno.
Un día, me di cuenta de que lo que le pasaba es que estaba acojonado; de que lo pusieran en evidencia, de que lo chulearan, de que se le subiesen a la chepa y cómo la mejor defensa es un buen ataque, pues nada, vamos a darles fuerte y que no puedan ni levantarse.

Nocturno era un mundo aparte y los profesores pasaban de tratarte como a un elemento peligroso a un adulto en ciernes, así que durante sus clases, una vez establecida una dinámica aceptable con los alumnos, empezó a comportarse como un profesor relajado y suelto e incluso se permitía desvariar y pasar de la física a la astrología, aunque ese día, ante el reto de adivinarle el signo zodiacal sólo por su forma de comportarse, no salió muy bien parado y creo que aún hoy se pregunta como narices logramos adivinarlo a la primera.

No sé exactamente qué pasó y puesto que nunca tuvimos una relación personal salvo por lo estrictamente académico, tampoco sé por qué lo hizo, pero un día, estando yo sentada en un banco de la entrada del instituto leyendo mientras esperaba que empezase la primera clase, se acercó vacilante y se sentó a mi lado.
Yo levante la cabeza de mi libro y lo miré perpleja puesto que por su expresión corporal me resultó evidente que no estaba allí por nada que ver con su asignatura.
Le saludé y él simplemente movió la cabeza mascando chicle, se concentró y tras mucho esfuerzo me dijo:
-A veces las cosas no son fáciles, ¿verdad?
Ni que decir que en este punto mis alarmas estaban sonando todas juntas, a la vez y muy alto.
Yo negué con la cabeza.
-Eres una buena alumna-
claro, por eso estoy repitiendo-pero a veces las cosas se interponen en nuestro camino, ¿no crees?
Yo asentí con la cabeza.
-¿Tienes problemas en casa?-preguntó al fin.
No hacía falta ser Einstein para saber que mis problemas académicos estaban motivados por causas personales, pero en realidad, el problema no era
mi casa, eso era parte del problema, pero el problema, problema, era la vida en general.
Ante lo insólito de su pregunta, si tenemos en cuenta que esas preguntas quedan reservadas al tutor del curso, que no era él, siguió hablando.
-Yo me estoy divorciando de mi mujer y tengo una hija de tu edad más o menos y sé que lo está pasando mal.
Llegado este punto, yo estaba que no cabía en mi de tanto alucinar con lo que estaba oyendo, de todas las personas del mundo que yo conocía a la que menos me imaginaba haciéndole confesiones paterno-personal a una de sus alumnas, concretamente a mi, era precisamente al profe de física, pero allí estaba, abriendo su corazón a una adolescente que lo miraba al borde del colapso.
-A veces-continuó una vez pillado el ritmo intimista-me doy cuenta de que no estoy siendo un buen padre con ella- y me miró como si yo pudiese redimirlo de alguna de sus faltas paternas.
Y a pesar de que el profesor de física era un chulo y todo lo demás, ahora, delante mío estaba una persona que me trataba como un igual y estaba siendo sincero de una manera que probablemente no practicaba muy a menudo.
Le conté que mis padres estaban divorciados y lo complicado que había resultado el proceso y todo lo demás.
Le conté que sí, que los hijos lo pasamos mal, que a menudo los padres se olvidan de nosotros tan ocupados como están en ajustarse las cuentas el uno al otro.
Le conté que es difícil ser adolescente.
Nos quedamos en silencio sin necesidad de decir nada más y justo antes de levantarse me dijo:
-Sólo quería que supieses, que si tienes problemas, puedes contar conmigo.
Y se marchó.
Tuve que soportar varias semanas de compañeros preguntando que de qué habíamos hablado, cosa que por descontado, nunca revelé; el profe de física tenía una reputación de chulo y borde que mantener y yo, no quería estropeársela.

Posando

jueves, 7 de enero de 2010

A veces me pregunto si las cosas que me sorprenden a mi, son sorprendentes para los demás, o lo son sólo para mi y me lo pregunto sobre todo cuando oigo o veo algo que ven los demás y sólo yo pongo cara de alucinada, sorprendida o disgustada.

Estando de vacaciones, mi medio pomelo y yo, vivimos en dos ocasiones distintas un momento alucinógeno de estos que comentaba.
Estábamos visitando un recinto monumental maravilloso, era pronto y había muy poca gente, casi todo familias con niños trepando por todas partes.
Pasábamos por delante de una arcada donde todo el mundo acabó por hacerse una foto de recuerdo y vimos a un padre, armado con una buena cámara digital dando instrucciones a sus dos retoñas para que se pusieran delante de la arcada e inmortalizar el momento.
Las hermanas, de no más de 10 años en el caso de la mayor, la otra debía ser un año menor, se pusieron delante de la arcada y empezaron a hacer posturitas y sonreir a la cámara. El padre las enfocó y tras unos instantes bajó la cámara y se las quedó mirando con cara de pocos amigos y les dijo:
-A ver, que no sóis presentadoras de Tele 5, haced el favor de poneros bien- a lo que las niñas reaccionaron poniéndose firmes y serias delante de la cámara.
El padre sacó la foto y se marcharon.
No fue tanto lo que dijo, sino cómo lo dijo, el tono que utilizó denotaba un desprecio profundo, no sé si por las presentadoras en general, por Tele 5 o por que sus hijas, que no eran más que niñas, no hacían lo que él quería en ese justo momento.
Mi medio pomelo y yo nos miramos con cara de espanto, y recuerdo que le comenté que si mi padre antes de querer sacarme una foto me habla con ese tono, seguramete, a esa edad, la foto me la saca llorando.
Si son niñas y están jugando, ¿tan grave es que se comporten como crías ?, ¿tanto desprecio cabe en un padre por una tontería como esa?

Sin embargo, el mejor momento paterno filial del viaje, nos esperaba en la siguiente ciudad, mientras estábamos visitando un bellísimo lugar, este sí, lleno de gente y con el estrés propio del turista que lo quiere ver todo y encima sacar fotos de todas partes, encontramos la misma escena, padre cargado con super cámara, ubicando a retoña delante de objeto a inmortalizar y dando instrucciones de posicionamento.
En este caso, la niña, un poco mayor que las del otro día, hace más o menos lo que las otras, ponerse delante de la cámara y hacer posturitas, sonreír exageradamente y balancearse en una imitación infantil de una modelo posando.
El padre, con menos paciencia que el anterior, baja la cámara y le dice:
-Haz el favor de no poner cara de subnormal en la foto.
Ni que decir, que el tono acompañaba la bonita frase, dicha con brusquedad y muy mala leche.
Para esta frase hiriente y dicha con desprecio no tengo ni comentarios.
La niña, corregida la cara a la normalidad absoluta, posó modosamente para la foto que el padre sacó con prisas y se marcharon volando.

O yo soy muy sensible, o estos papás tienen la delicadeza de un neardental.

Los tres viajes a Francia de mi abuelo: Parte III, tercer viaje

lunes, 4 de enero de 2010

Parte I
Parte II

Los años han pasado, la vida, a pesar de todo se ha abierto paso y vencido y ha construido sus destinos, a menudo de forma distinta de como esperaban.

Mi abuelo, es un hombre mayor y no puede decirse que su vida haya sido todo lo feliz que esperaba, pero lo que sí se puede afirmar es que la soledad nunca ha sido un inconveniente para él.

A veces recuerda a personas que conoció en su juventud, a veces siente nostalgia de ellos, de la vida que pudo ser.
A veces, sentarse y recordar no es suficiente, así que busca la manera de encontrar al menos a una de esas personas.
Durante años, con ayuda del periodista que lo ha entrevistado algunas veces sigue el rastro de algunas de esas personas con las que tuvo un pasado común, personas que cruzaron la frontera y dejaron atrás toda su vida.
Hace acopio de su virtud más notable, la tozudez y persevera.
Tras muchos años, lo consigue, logra localizar a una de las personas con las que mantuvo correspondencia antes de la guerra y durante parte de la guerra, una de esas personas con las que estudió el esperanto, lengua que aún recuerda y con la que nos deleita algunas veces.

De nuevo, en su buzón, decadas después, aguarda una carta.
La coge con delicadez, la abre y la lee.
Algo en su interior se conmueve, ella se acuerda de él, mucho, a menudo se preguntó por la suerte que corrió, a menudo recuerda sus cartas y ahora, que sabe que está vivo, quiere saber más de él.
Las cartas van y vienen y por primera vez se llaman, hacen hoy lo que no hicieron entonces; oir sus voces.
Ríen, ella llora, recuerdan, hablan del pasado, del presente.
Saben que lo que han conseguido es especial, se sienten felices, recompensados. Mi abuelo se sorprende del acento francés con el que ella habla el catalán, se ríen de ello, a veces tienen problemas para seguir la conversación.
Siguen las cartas y al fin hacen hoy lo que no hicieron entonces; conocerse.
Anita ha vuelto a España alguna vez, pero esta vez será especial.
El viaje es largo, lo hace en tren y son muchas horas y es ya algo mayor, pero viene cargada de ilusión y bombones para los nietos de su amigo de juventud.

Anita se sienta a la mesa con nosotros, a veces no la entendemos, pero entendemos su cálida mirada, sus manos cariñosas, sus besos tiernos.
Nos soborna con chocolates variados y nos cuenta la historia de su vida, su llega a Francia, nos habla de sus hijos franceses.

Luego, se quedan a solas y hablan de la parte más dolorosa, sus semblantes se entristecen y finalmente el silencio.

Las cartas siguen, las esperan con ilusión infantil, cuando llegan, mi abuelo nos las lee, a veces vienen con fotos de sus hijos y de sus nietos, cuando llama hablamos con ella, e incluso a veces con su hija mayor, muy unida a su madre.

Y tras algún tiempo, mi abuelo recibe la invitación de ir a Francia;
Anita lo invita a pasar una semana en su casa, con su familia.
Francia, al fin esa tierra esquiva le abre sus puertas, al fin esa patria lejana le acojerá.

Y así fue como mi abuelo, al fin, fue a Francia.


*Anita murió hace algunos años, nos llamó su hija para darnos la triste noticia.
Durante los años que duró la relación entre Anita y mi abuelo fue como de la familia, con sus cartas, sus chocolates y su ternura.

Desde cero

viernes, 1 de enero de 2010

Al igual que hay que ser educado con los que se van, hay que serlo con los que llegan.
2010 arranca hoy, cargado de expectavivas y posibilidades, nos trae la posibilidad de cambiar de vida, de mejorar, de improvisar, de huir, de rectificar y hasta de olvidar.
Tengo grandes esperanzas para este año y espero que se cumplan todas y cada una de ellas.

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