Adiós, adiós y no vuelvas

jueves, 31 de diciembre de 2009

Se va 2009 y si tengo que hacer balance no podría decir si ha sido bueno o malo.
Ha traído cosas maravillosas e inesperadas, se han llevado a cabo cosas pendientes de hace tiempo, se ha mejorado en mucho.

Por otro lado, el mismo tema que empañaba 2008 sigue vigente, un tema que invade lo personal y además se lleva por delante muchas de las buenas cosas que he tenido, enturbiando mi ánimo y mi calma.
Me siento terriblemente afortunada y terriblemente decepcionada, soy feliz e infeliz al mismo tiempo.
Así que ¿cual puede ser el balance de este año?


Acaba 2009 y estoy feliz de dejarlo atrás, pero espero que 2010 no sea también un año que de aquí a un año, me sienta feliz de dejar atrás, por qué entre medias está un año de mi vida que no ha sido en mucho como esperaba, como deseaba y sobretodo, como merecía.

Así que para el año que empieza no pido, sino exijo que mejore radicalmente esta situación, por qué francamente estoy hasta las narices de todo ello.

Y por favor, sino mejora, que encuentre de una puñetera vez, la manera de que me importe tres pepinos codearme con tanto malnacido.

Adiós, adiós 2009.
Bienvenido 2010.



*Feliz salida y entrada de año.

Gracias

lunes, 28 de diciembre de 2009

Cuando te conocí no tenía fe en las personas.
Tampoco tenía fe en mi misma.
Pero sobretodo, no creía en la bondad.
No me costó mucho fiarme de ti, ni darme cuenta de que eras distinto.
Lo primero que me llamó la atención fue tu inteligencia y tu agilidad mental. También tu sentido del humor, la manera en que te reías de todo y de todos, sin ser cruel, sin ser desagradable.
Me costó mucho saltar el muro que te rodeaba y verte sin armadura, sin ironía, sin excusas. Pero ya hacía tiempo que sabía una cosa de ti; que eras una buena persona.
Cuanto más me dejabas acercarme, más obvio resultaba; eras bueno, honrado, decente y generoso.
He tenido muchos años para descubrir lo generoso que eres, me lo has demostrado día tras día.
Sé que a veces no es fácil, sé que cuando lo pasamos mal hacemos daño a los que más nos quieren, sé que a veces te resulta duro y sabes que a mi me resulta duro y también penoso tener que pasar y hacer pasar por esto.
Pero tú, lejos de dañarme, lejos de enfadarte, me sientas y me hablas, me dices qué es lo que pasa, por qué está mal, por qué duele; y me perdonas; y te exiges ser más paciente.
Tú, lejos de empequeñecerme, te engrandeces con tus actos.
Tú, una vez más, me das una lección con actos y no con palabras.
También te has hecho mayor, también has aprendido y me gustaría pensar que yo te enseñé algo, que fue de mi de quién aprendiste algunas cosas, pero sé que eso siempre estuvo dentro de ti, esperando el momento de surgir.

Soy una persona muy afortunada; mucho.
Sólo espero que me contagies con tu generosidad.

Feliz día

viernes, 25 de diciembre de 2009

Hoy no os voy a desear feliz Navidad ni nada por el estilo.
Y no es que quiera que en esta fecha tan señalada no seamos felices todos y cada uno de nosotros, nada de eso.
Es que como decía mi madre, he sido siempre muy rebelde y me gusta ir contracorriente, aunque en esto último se equivocaba, no es que me guste ir contracorriente, es que no me gusta que me hagan ir para donde es evidente que no voy.
No os voy a desera feliz Navidad, por qué me parece una tontería.
La Navidad, queridos todos, no es más ni menos importante que el 15 de mayo o el 21 de octubre o el 1 de febrero, y aunque sé que mucha gente cree que es importante por el hecho de
tener que estar reunidos en familia, no puedo estar más en desacuerdo.
Todos y cada uno de los días de nuestra vida son importantes y especiales, y todos y cada uno de ellos deben ser vividos con alegría e ilusión, en todos y cada uno deberíamos ser solidarios, generosos y amables; y sí, sé que no es así, sé que en la mayoría de los casos nos dejamos arrastrar por las preocupaciones, por el agobio, por el desánimo, por la decepción.
Sé que ni mucho menos somos solidarios, generosos y amables la mayor parte del año, pero también sé, que a poco que lo intentemos podemos construir con nuestro esfuerzo una red que pare los golpes de los demás y los podamos transformar en algo positivo; o al menos, que podamos parar el golpe y no transmitirlo a otro.
Sé que no se puede cambiar el mundo con un chasquido de nuestros dedos, sólo podemos cambiar nosotros. Pero cuando alguien me trata mal, cuando alguien me agrede, cuando alguien se hace el listo conmigo, si en vez de devolver el golpe con la misma agresividad, si en vez de enojarme, si en vez de reaccionar mal y volverme contra esa o cualquier otra persona de mi entorno, soy capaz de que no me afecte y no volverlo contra los demás, entonces, habré cambiado el mundo.

Y no os voy a desear una feliz Navidad, pero sí os deseo que en el día de hoy, como en cualquier otro, seáis muy felices, estéis con quién estéis y estéis donde estéis.

Ich tu dir weh

jueves, 24 de diciembre de 2009

Aprovechando que acaba de estrenarse, os dejo el último video de Rammstein.
La canción me encanta, la letra me da repelús, combinación 100% Rammstein.


El pasado no existe

martes, 22 de diciembre de 2009

No soy una persona que recuerde con cariño su época escolar, para mi fue una bendición abandonar la escuela para pasar al instituto, cambiar de compañeros, de ambiente, de dinámica.

Hace un tiempo me vi en la situación de tener que pisar por primera vez en más de una década, mi antiguo colegio.

Traté por todos los medios buscar otra opción, por qué tenía que reconocer que ese hecho, me infundía un temor profundo, enquistado en mi alma desde hacía mucho tiempo.
El propio recuerdo del edificio inerte, me atemorizaba y me retraía a una época en la que ni sabía ni me dejaron defenderme, así que volví a sentirme como la niña pequeña que fui, completamente expuesta.

Al final, no hubo otra opción, tenía que que personarme en mi antiguo colegio.
Me armé de valor y de protección, mi mejor amiga venía conmigo, dispuesta a cogerme de la mano si era necesario, al tanto como estaba del pavor que me producia la gestión.
Recuerdo perfectamente el momento en que nos plantamos delante de la puerta rejada, respiré hondo y llamé al timbre. Mientras nos abrían tuve tiempo de verificar lo mucho que había cambiado todo, el patio de la parte de delante ya no existía, se había utilizado para hacer nuevas dependencias administrativas y detrás de la reja había una doble puerta de seguridad para entrar en el colegio.
Abrieron y entré, me atendió una persona que no conocía, le expuse mi caso y me invitó a sentarme mientras salía el director.
Sentada, notaba mi pulso acelerado, el comedor seguía en su sitio, pero la escalera que llevaba al piso de arriba había sido reformada, el vestíbulo era completamente distinto y sin embargo, todo era exactamente igual.
De repente salió el director, lo reconocí al instante, era uno de los antiguos profesores de mi hermano y lo primero que me sorprendió fue lo pequeño que parecía ahora.
Me hizo pasar al diminuto despacho invadido de papeles y más papeles y empezó a hablar como una locomotora, como siempre había hecho aunque ahora no me resultaba complicado entenderle. Le expliqué que era una exalumna y lo que necesitaba.
Se alegró mucho de que estuviese allí, ¡una exalumna!, siguió hablando atropelladamente, me contó cosas sobre el colegio, el año en que lo dejé y finalmente mi nombre con tal de poder realizar la consulta necesaria y al oír mi apellido, preguntó, tal y como imaginaba que pasaría:
-¿Tú no serás la hermana de X?
Cuando supo que sí lo era, estuvimos un rato hablando de mi hermano, que fue uno de esos alumnos al que los profesores recuerdan con una mezcla de cariño y alivio, cariño por qué era una persona que se hacía notar y querer, y alivio por perderlo de vista, por que era un niño de lo más revoltoso.
Después de hablar de mi hermano y asegurarse de que la vida le había ido bien, me preguntó sin más ambages que que tal me había ido.
Parece simple, ¿no?, un perfecto desconocido te pregunta que tal te ha ido la vida, pero no lo es, era más, mucho más.
Le respondí con total sinceridad, le dije que tenía trabajo, un piso en hipoteca, una pareja con la que era feliz y que consideraba que la vida me había ido bien.

Me miró fijamente, muy serio,
-No sabes lo feliz que me siento cuando sé que alguno de vosotros salió bien, que tuvo su oportunidad, que se ha convertido en una buena persona.
Ahora, es todo muy distinto, estamos saturados, la inmigración nos desborda, nos faltan recursos, estamos al borde del colpaso; ya no es lo mismo.
Parece simple pero no lo es; todos los profesores que me he encontrado en mi vida, me han preguntado que que tal me ha ido, y hasta ese día no me di cuenta de que ellos se sienten en parte responsables de nuestro éxito en la vida, que ellos, que formaron parte de nuestros aprendizajes, necesitan saber que lo hicieron bien, que cumplieron su parte.
De repente, sólo con esa mirada, me quedaron claras muchas cosas, la que más, que me había hecho mayor, muy mayor, y que el pasado, podía alcanzarme pero ya no podía herirme con sus zarpazos traicioneros, el pasado, se desintegraba a la luz de mi nueva mirada por que de repente, ese colegio temido estaba impregnado solo de buenos recuerdos, del cariño que sentí por mis profesores en casi todos los casos, del cariño con el que me trataron siempre, del placer de aprender, de esos libros de la clase de lectura que me maravillaban, de ese patio por el que me encantaba correr.
Y sentí gratitud, por el destino que me había llevado hasta allí y me había permitido hacer las paces con esos recuerdos punzantes y dolorosos, por mis profesores que siempre se preocuparon de mi, y sobretodo, por mi pasado, que muy a pesar mío, me había convertido en la persona que soy, con todo lo bueno y todo lo malo.
Antes de marcharme, me decía el director que otro día volviese y me enseñaría el colegio con calma, que aquel día no tenía tiempo, nos acompañó hasta la puerta y justo antes de abrir, en un arrebato me dijo:
-Pero qué coño, no tengo tiempo pero ven, ¡al menos te enseñaré al patio nuevo!
Y vaya si me lo enseño, el patio nuevo, el nuevo gimnasio donde todos los niños nos miraron extrañados y a juzgar por la sonrisa traviesa e ilusionada del director, no sé cual de los dos lo estaba disfrutando más, él o yo.

Me fui de mi antiguo colegio sin lo que fui a buscar, pero me llevé, en el fondo de mi corazón la paz y la alegría de haber vencido a otro monstruo del pasado.

Nuevo

jueves, 17 de diciembre de 2009

Me gusta mi nuevo barrio; es lo que me digo cada dos por tres, cuando voy y cuando vengo, cuando salgo, cuando llego, cuando paseo, cuando me asomo, cuando llegan, cuando me llaman.
Y es curioso, por que recuerdo perfectamente los últimos días en mi antigua casa, llorando lágrimas de una honda tristeza por dejar mi tan amado hogar durante tanto tiempo.
A veces me cuesta adaptarme, es más, a menudo me adapto muy lentamente, así que temo a los cambios, a lo mucho que me desestabilizan, lo mucho que me alteran, lo mucho que me pesan.
Pensé que este sería un cambio duro, salir de Barcelona, cambiar de casa, cambiar de barrio, cambiar de transporte, cambiar, cambiar, cambiar...
Al principio fue complicado, mi pésimo sentido de la orientación, el impacto de la inmigración concentrada de un modo tan distinto al que yo había conocido, el hecho de no encontrar nada de lo que te gusta, de lo que necesitas, la casa que no era nuestra, tu vida metida en cajas sin saber cuando iba a acabar esa historia.
Y de repente, no sabes muy bien por qué, te das cuenta de que necesitabas un cambio pero no lo sabías, te das cuenta de que lo que tenías te gustaba, pero era hora de cambiarlo y por supuesto no te das cuenta hasta que lo has hecho.
De repente, las calles angostas, estrechas y oscuras, por calles anchas, tranquilas, habitadas, los cielos lejanos, partidos, en perspectiva, por cielos onmipresentes, inmensos, bajos, las escaleras viejas, encantadoras, destartaladas, por los ascensores pequeños, nuevos, ordenados, los comercios de mil lugares con de todo un poco, por los tradicionales, los antiguos, los de la infancia.
Los domingos, cuando voy de camino al mercadillo donde encuentro cosas que nunca creí tan cerca de casa, me voy diciendo mientras camino: -me gusta mi barrio.
Me gusta mi casa nueva, con las habitaciones necesarias, con la luz necesaria, con ascensor para mis pulmones, con mi terraza que me parece inmensa.
Me gusta mi calle, amplia, tranquila pero siempre con gente, con comercios, con sol.
Me gusta lo cerca que está correos y que encuentren las cosas por que es una oficina pequeña.
Me gusta mi nueva entidad bancaria, me reciben con una sonrisa, se portan bien, son cercanos, me conocen.
Me gusta el mercadillo de los domingos.
Me gusta la comunicación que hay para llegar a mi casa.
Me gusta la nueva biblioteca que tengo al lado de casa.
Me gusta el parque que tengo al lado de casa.
Me gusta tener un hospital a menos de 10 minutos.
Me gusta ir al bar Pepe, a tomarnos un aperitivo los domingos, aquí sólo hay bares pepes, nada de sitios de diseño que te cobran solo por mirar.
Me gusta lo barato que es todo en mi nuevo barrio.
Me gusta, me gusta, me gusta y soy feliz por que a pesar de las historias en las que nos vimos metidos, a pesar de los enfrentamientos, de los nervios, de la frustración, sé que hemos tenido suerte, sé que la mano que tenemos bajo el culo, no nos ha soltado nunca y que sólo era cuestión de esperar.
Me gusta que la vida sea nuestra aliada aunque a veces, por un breve lapso de tiempo, creamos que no es así.

Sopa de letras

lunes, 14 de diciembre de 2009

Lugar: Pasillo de un supermercado en el centro de la ciudad.

Personajes: Mi amiga X, la compañera de mi amiga X, clienta vestida elegantemente.

Suceso:
La clienta, tras dar varias vueltas por el pasillo, se dirige a las pastas para sopa infantiles, coge algunos paquetes de la misma, los compara pensativamente y finalmente, con un paquete de pasta infantil para sopa de letras, de la marca del supermercado (minúsculas todas ellas) se acerca a la compañera de mi amiga X y le pregunta:
-¿Cuando las hierves, son mayúsculas?

Es difícil plasmar en palabras la cara de mi amiga X, que lo vió todo y la de la compañera de mi amiga X, pero nosotras, estuvimos un buen rato riendo cuando nos lo contó.

La mochila mágica (otra aventura del Capitán Empanada)

lunes, 7 de diciembre de 2009

El Capitán Empanada es una fuente inagotable de aventuras que compartir y yo, como su cronista oficial no puedo permitir que dejéis de conocerlas.
Como ya os conté, los superhéroes van al trabajo en transporte público, están muy concienciados con el cambio climático y además, ir en trasporte público les garantiza un montón de aventuras y cabreos varios, así reutilizan la mala leche que se pillan en TMB en energía para salvar el mundo.
Aparte de los gloriosos trasportes públicos, utilizan otros, concertados por empresas varias que los llevan a las reuniones que celebra el sindicato de superhéroes, donde revisan las horas trabajadas, si se les aplican bien los pluses de nocturnidad, peligrosidad y si sus pijamas, perdón, uniformes, cumplen la normativa vigente en cuanto a elasticidad, traspiración y comprueban cosas tan elementales como que sean impermeables, ignífugos y que no se les haga un siete en ninguna parte noble a la menor refriega, nadie desea verle la ropa interior a un superhéroe, o, esto, bueno, es cierto, ellos la llevan siempre por encima de los pantalones, así que mejor aún, nadie desea ver lo que llevan debajo de los calconcillos y los pantalones, por ese orden, los superhéroes.
A lo que íbamos, nuestro Capitán Empanada regresaba de la reunión quincenal de superhéroes de la provincia de Barcelona y como el trayecto es largo y los superhéroes madrugan mucho se quedó traspuesto un buen rato. Justo cuando abrió un ojo para ver por donde estaba vió que llegaba a su parada y raudo y veloz, se levantó, agarró su mochila, sí, esa donde lleva sus cosas de superhéroe, ya os expliqué para que la necesita, de la parte superior de los asientos de su autocar y bajó pitando.
El caso, es que para llegar a su casa le quedaba un buen tramo que realizaría en metro al cual accedió, pagando su billete, por descontado.
Una vez sentado en el metro, para amenizar el trayecto abrió la mochila buscando el libro que se había traído para leer, en este caso se trataba del bet seller, bueno, al menos entre los superhéroes, llamado El enmascarado rosa, una novela que iba de un superhéroe misterioso cuyo pijama, perdón, uniforme, era completamente rosa, con una franja morada a los lados y que tenía a la ciudad y al gremio de superhéroes muy intrigado, sobretodo por el color que había escogido para su indumentaria y al final resulta que el enmascarado es una apuesta superheroína y por eso va de rosa y claro, os preguntaréis, si va tan arrapada como van los superhéroes ¿cómo es que no notan que es una mujer? pues os lo digo, por qué resulta que la superheróina es hija de un millonario que tiene una multinacional de chorizos ibéricos y con el dinero de papá se hace construir un escudo de neutrones irradiados con magnesio que funciona con un dispositivo que se controla desde una boina y hace que se cree una ilusión óptica que logra que todos vean lo que ella quiere, y ya de paso, tampoco le vean la boina, sino ya me contaréis, menudo glamour patrio.

Bueno, que me he desviado un poco, pues nada, que el Capitán Empanada se disponía a coger su libro de la mochila, la abrió y en vez del libro encontró (chan, chan, chan) UN BOCATA CHOPPED!!!!!. No podéis imaginar el estupor del Capitán Empanada, más que nada por qué a el chopped no le gusta mucho, si al menos hubiese sido un bocata de tortilla de calabacín, pues mira, pero de chopped, ¡ni hablar!, así que convencido de que aquello era un error cerró la mochila y la volvió a abrir esperando que el bocata se hubiese convertido en su novela pero no, ante el asombro creciente de nuetro superhéroe el bocata persistía en su condición de bocata, que se negaba a modificar su forma física, vaya. Llegado este punto el Capitán Empanada, cerró y abrió frenéticamente su mochila varias veces más, pero ese debía de ser el bocata de chopped más cabezón del mundo, por qué allí seguía, burlón y desafiante, así que el Capitán Empanada decidió investigar un poco más a fondo en la mochila, descubriendo que las llaves de su casa tampoco estaban, ni el paquetito de cigarros (esto, sí, el Capitán Empanada fuma, es un hábito muy poco digno de un superhéroe, pero fuma), así que una cosa estaba clara; esa NO era su mochila.
Tras descubrir tan abrumadora realidad empezó a elucubrar qué podía haber pasado, estaba claro que él conocía muy bien su mochila, la tenía grabada a fuego en su mente, así que alguna otra cosa debió haver pasado y él tenía una idea muy clara de quién podía estar detrás de este tema.
La Megatorrijaquellevaesteniñoencima había atacado de nuevo, pero ¿cómo?, ¿cuando?, el porqué estaba claro, para que el Capitán Empanada no pueda saber como acaba la novela que está leyendo, con lo enganchado que está el pobre, necesita leer las páginas de ese libro tanto como el respirar, y, ahora, ¿qué podía hacer?, ¿dónde estaría su mochila?, ¿recuperaría algún día su mochila?, ¿cómo iba a entra en su casa?.
Abatido, prosiguió en el metro, mirando en el interior de la mochila, tratando de encontrar alguna solución a tan triste situación y acordándose de la parentela de La Megatorrijaquellevaesteniñoencima.
Además tuvo que esperar a que su chica llegase para entrar en casa, lo cual no es muy digno para un superhéroe y mientras esperaba decidió que a la mañana siguiente, iría de nuevo a la sede donde celebraban sus reuniones para exponer su caso con los compañeros que allí pudiesen haber y de paso, para ver si alguien le prestaba la novela que tando deseaba terminar.
Así que allí estaba nuestro superhéroe preferido, en la parada del autocar, esperando pacientemente y de repente vio a un joven que se acercaba zarandeando una mochila negra, que era sospechosamente parecida a la suya, tratando de captar su atención. Cuando estuvieron el uno frente al otro, el joven le dijo:
-Me parece que
ESTA es tu mochila y que ESA que llevas ahí, es la mía.
Un silencio tenso se cernió sobre ambos y si la vida de nuestro super héroe hubiese sido una película hubiese sonado una música de suspense, pero como esto es la vida real, sólo sonó una canción de regetón de un coche que pasaba por allí, además, de letra un poco grosera.
El Capitán Empanada abrió la mochila que le tendía el joven y efectivamente, allí estaba su libro y sus llaves lo cual lo impactó sobremanera. Entonces el Capitán Empanada tendió la mochila que había traído y el joven verificó que aquella era su mochila; intercambiaron un asentimiento de cabeza y subieron al autocar.
Y mientras el autocar se dirigía a su destino, el Capitán Empanada no pudo menos que preguntarse si, ¿no sería aquel joven un secuaz de su temible mega adversario que le había dado el cambiazo a su mochila?, o mucho peor, ¿no sería el propio Megatorrijaquellevaesteniñoencima con algún astuto disfraz que encima quería boicotear las reuniones de los superhéroes?.
Fuese como fuese, no iba a perder a ese tipo de vista en un tiempo.

Reunión gatuna

viernes, 4 de diciembre de 2009

Los encontré haciendo una reunión gatuna en mi terraza; de izquierda a derecha, Everton, Luca y Mario.
Son una monada y no dan trabajo, te alegran las solapas de las chaquetas y las camisetas.
Se los puedes pedir a Iruneh.


Música hasta en la sopa

miércoles, 2 de diciembre de 2009

A pesar de que me encanta la música y es algo que me hace muy feliz, confieso que la música por qué sí, a cualquier hora y en cualquier parte no es de mi agrado, de hecho, me parece algo insufrible, tener que soportar determinadas músicas en determinados recintos.
El otro día me entretuve en contar los sitios en los que puedo escuchar música a la fuerza siguiendo mi rutina más o menos habitual y encontré qué:
1-El primer sitio en mi jornada habitual donde la música me asalta es en el metro, en este caso, no se trata de un hilo musical, sino el sistema de teles maravilloso que hay en la red de metros de mi ciudad, dónde ponen anuncios, minireportajes y cuñas de TMB, la mitad de esas cosas, lleva música incorporada, a veces a un volumen insoportable.
2-En el vagón del metro, si llevas pegado a alguien que lleva el mp3, o 4 o 1266, a toda castaña, tan alto lo lleva que hasta logras entender la letra de las canciones
3-En el vagón del metro, hay algún desgraciado que se pone la música del móvil, pero sin auriculares para que el resto del vagón, la pueda compartir, de buen rollito, tempranito, por la mañana, es una de esas personas generosas por naturaleza.
4-En los pasillos del metro, dónde se hallan esos individuos que se hacen llamar músicos.
Algunos lo son, pocos y otros sólo sirven para castigar oídos e instrumentos, a esos les pegaría una patada a la sillita que los sostienen a ver si con el culo en el suelo ven el mundo desde otra perspectiva y se dedican a otra cosa menos molesta.
5-En el hall y ascensor de mi empresa, nada más llegar, el hilo musical te asalta a un volumen moderado, pero siempre presente, te sigue en el ascensor, cuando sales de él, hasta llegar al interior de la oficina en la que trabajo.
6-Los móviles de los compañeros, que suenan y suenan sin ser atendidos, a toda pastilla, con la última y estridente canción de moda, cuanto más estridente, mucho mejor, no vaya a ser que el último pasillo no oiga la cancioncilla de las narices.
7-Por la tarde,de vez en cuando, aparte de todo el surtido musical del metro ya relatado antes, está la versión del músico que se mete en el vagón que no se conforma con tocar en los pasillos o que bien no tiene permiso para hacerlo y decide que el vagón es el mejor sitio dónde mostrar su talento guitarrístico, acordeonístico, vilonístico, mandolinístico, flautístico, o cualquier ístico que se nos ocurra.
Normalmente, es un castigo divino a secas, pero con el ruido del metro de fondo, más.
8-Los músicos en la calle, que son tan célebres en Barcelona, a pesar de que la normativa al respecto se ha ido endureciendo, es usual encontrar a músicos tocando en la calle, cómo en el caso del metro, unos lo hacen bien y otros hacen ruido, suelen tener equipos más potentes que los del metro, así que ser vecino es una zona con un músico que hace ruido, debe ser la repera.
9-Ay de ti sin vas a comprarte una prenda de ropa y eliges una de esas tiendas multinacionales que hay en todas las ciudades...
Entras en la tienda y sólo faltan las bolas de la discoteca, por qué tanto el tipo de música, cómo sobre todo, el volumen de la misma lo hace creer, las dependientas, se gritan entre si para entenderse y si quieres preguntarles algo, tendrás que armarte de valor y gritar bien alto para que te oigan.
10-La música de tu vecino cuando llegas a casa y decide ponerla a toda leche, por lo mismo de antes, le gusta compartir.
Hay una leyenda urbana que dice que si llamas a la policia viene y les obligan a bajarla, pero yo no puedo dar fe de ello, puesto que nunca presencié tal acto, ni conozco a nadie que lo hiciese.
Y por último, una que no es diaria, pero más habitual de lo que me gustaría:
11-Los conciertos en la calle, son esos eventos que se organizan por algún motivo, yo nunca me entero muy bien de cual, que se pagan con tus impuestos y que no te dejan dormir hasta altas horas de la noche.
En este caso, no hay ni derecho a pataleo, sólo hay que cerrar todo a cal y canto y rezar por qué terminen pronto.

Y menos mal que me gusta la música, por que sino, estaría frita...

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